En la universidad del siglo actual, las humanidades se han visto desterradas de los diferentes ámbitos del saber como resultado de los imaginarios sociales en torno a su irrelevancia en la formación de los profesionales. Esta problemática se ve reflejada en el debilitamiento de los movimientos estudiantiles, y en la precariedad de los discursos y acciones que emprenden los estudiantes en su lucha por lo público.

 

Por Jefferson Martínez Santa*

La universidad del siglo XXI, especialmente en el ámbito de las denominadas ciencias exactas y la ingeniería, se ha mostrado reacia e incrédula ante la necesidad de vincular componentes socio-humanísticos en los planes curriculares de sus programas académicos. Esto responde a la creciente demanda de instruir, más que formar, para el oficio. Sin embargo, la educación como praxis social, cultural y política debe garantizar una formación y potenciación de los sujetos para un eficaz ejercicio profesional y ciudadano.

Parece ser que las formas de razonamiento bajo las que se construye conocimiento en el sector de las ciencias exactas siguen generando territorios delimitados que no permiten reconocer en las ciencias sociales y humanas un grado de cientificidad que ha permitido el enunciar y teorizar cuestiones inherentes a la condición social e individual del ser humano. Por lo tanto, la enseñanza de las humanidades queda relegada a las facultades, cuya misión es formar profesionales en el estudio de las áreas socio-humanísticas.

El constante transcurrir de la realidad nos está mostrando las diversas tensiones que vivimos en las esferas de lo económico, lo social y lo político. Es en este punto en el que la educación de la actualidad debe plantearse como principio el pensar estos escenarios en los cuales los sujetos en formación confrontan sus vivencias a luz de un sistema social y político donde las inequidades constituyen una realidad tangencial. De ahí que una formación integral debe propender por el reconocimiento de los educandos como sujetos de derechos y deberes, proclives a vulneraciones que los deben llevar a la defensa de su propia dignidad y la integridad colectiva, según sea el caso.

Por otro lado, el auge de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, sobre todo de las redes sociales, se ha convertido en un nuevo dominio que le da continuidad a las reflexiones de las prácticas sociales y humanas en el marco de una era mediática que trae consigo nuevas estéticas y símbolos, al mismo tiempo que variadas formas de construir discurso y realidad fuera de los cánones habituales.

El confrontar la condición humana[1] no es algo supeditado al quehacer disciplinar del humanista; por el contrario, es algo que concierne a todos los seres humanos, puesto que a diario nos estamos interrogando sobre nuestro destino, nuestra vida y las relaciones que entablamos con otros. Arendt busca explicar la condición humana a través de tres actividades que están presentes en toda la vida, las cuales son la labor, el trabajo y la acción.

En consecuencia, ella plantea que la condición humana de la labor, que es el mecanismo biológico, es la misma vida; mientras que la condición humana del trabajo, en el que hallamos el dominio de la técnica, es la natalidad y la mortalidad. Así mismo, la condición humana de la acción es pluralidad, que consiste en reconocer en el otro alguien igual a nosotros, pero al mismo tiempo alguien que dista en su construcción subjetiva. Esta última es para ella la condición humana a pesar de que la labor y el trabajo son parte de la misma condición humana.

En este sentido, el humanizar la ‘ciencia’ y la tecnología significa, desde estos escenarios, propiciar un momento de diálogo interdisciplinar para leer la condición humana desde el trabajo y la acción como ejes de reflexión. La formación de seres humanos desde las instituciones educativas tiene también como función hacer mediaciones discursivas para el reconocimiento de una pluralidad desde los diferentes sentidos que generan los sujetos en sus experiencias diarias.

Entendiendo que las escuelas y las universidades son en sí escenarios políticos, las interacciones de los estudiantes deben ir más allá de las actividades que conciernen al estudio de las disciplinas, pues las instituciones son al mismo tiempo un lugar para generar opinión pública y democratizar ideas y discursos. Por consiguiente, la formación que imparten las universidades se hace con miras en una mejor sociedad. Entonces, educar es proyectar una imagen de la sociedad que esperamos.

Sin embargo, no es posible proyectar en nuestras mentes una imagen de la sociedad anhelada sin acercarnos al menos a cómo funciona la sociedad. La enseñanza de las humanidades debe garantizar que el sujeto se lea a sí mismo a la par que lee la sociedad en la que vive. Por ello, Paulo Freire afirma que:

No importa en qué sociedad estemos, en qué mundo nos encontremos, no es posible hacer ingenieros o albañiles, físicos o enfermeros, dentistas o torneros, educadores o mecánicos, agricultores o filósofos, ganaderos o biólogos, sin una comprensión de nosotros mismos en cuanto seres históricos, políticos, sociales y culturales: sin una comprensión de cómo funciona la sociedad.

Para concluir, la universidad de la actualidad afronta múltiples crisis en términos de interdisciplinaridad, puesto que la formación que reciben los profesionales es más cada vez técnica y disciplinar. Esta crisis también se expresa en el debilitamiento de los movimientos estudiantiles que día a día están pensando menos la universidad pública como patrimonio y las relaciones que la universidad tiene con el progreso de la sociedad en la lucha contra las desigualdades del sistema. Así que, humanizar la ‘ciencia’ y la tecnología implica asumir la educación como un proceso integral en la construcción de profesionales y ciudadanos.

[1] Hannah Arendt plantea que el hablar de la naturaleza humana es una cuestión de la cual estamos lejos de acercarnos, puesto que eso implicaría saltar desde nuestra propia sombra. En consecuencia, solo un dios podría responder ante esta cuestión sobre la humanidad como objeto. Por lo tanto, es preferible hablar de la condición humana.

*Estudiante de licenciatura en bilingüismo con énfasis en inglés